sábado, 24 de septiembre de 2011

Los últimos eslavistas

Los últimos eslavistas
 
Esther, Sandra, Arnau, Laura, Hiart, Pili y Millán se han licenciado en Filología Eslava por la Universidad de Barcelona (UB) este curso pasado. Con un poco de suerte, Aroa podrá acabar también su licenciatura en esta disciplina el año que viene. Eso sí, se ha quedado sin derecho a asistir a clase, pero podrá presentarse a examen de las asignaturas sólo de segundo ciclo. El primer ciclo está totalmente extinguido. Ellos son la última promoción de eslavistas de la Universidad de Barcelona.
 
Estudiantes de Filología Eslava. Al centro, Helena Vidal, primera profesora de ruso de la Universidad de Barcelona, en 1979

Paradójicamente, la extinción de los estudios de Filología Eslava en las tres universidades españolas que hasta ahora la impartían (Barcelona, Granada i Complutense de Madrid) coincide con la celebración de los 50 años de clases de lengua rusa en la Universidad de Granada y con el Año España Rusia. La cooperación que en otros terrenos se está tratando de impulsar entre los dos países con motivo del Año Dual no acaba de fructificar en el campo de la eslavística.

Las tres universidades han adoptado una fórmula muy similar. Ya no ofrecen los estudios de Filología Eslava a los estudiantes de los primeros cursos y los de últimos cursos tienen los días contados. Sin embargo, estudiar la lengua y la literatura rusas es posible en estas universidades, gracias a la implantación del grado en Lenguas y Literaturas Modernas.

Bajo este título, se agrupan las lenguas y literaturas procedentes de la extinta Filología Eslava (ruso y polaco, pero también otras como el checo en la Universidad de Granada o el eslovaco en la Complutense) junto con otras como el inglés, el francés, el italiano, el portugués o el chino. Los estudiantes pueden elegir los dos idiomas que deseen de este conjunto heterogéneo para obtener el título de graduado en Lenguas y Literaturas Modernas.

Ricard San Vicente lleva media vida dedicada a la enseñanza de la literatura rusa y a la traducción de obras literarias del ruso al castellano y al catalán. Profesor de la UB desde 1987, San Vicente valora la “voluntad de las autoridades universitarias porque la lengua y la literatura rusas se sigan impartiendo de una manera u otra” a pesar de la escasez de alumnos, pero a continuación advierte que la “invisibilidad” que representa la desaparición del título de Filología Eslava hará que “poco a poco la gente nos olvide”.

Lo cierto es que las cifras son tozudas y no ayudan a dar argumentos a aquellos a quienes preocupa la desaparición de este título del mapa universitario español. Por ejemplo, el curso 2008-2009 –el último en el que la UB ofreció la posibilidad de estudiar la licenciatura entera de Filología Eslava- hubo 13 nuevos alumnos de esta titulación en la universidad barcelonesa y se titularon 9 eslavistas. Las cifras de los años anteriores son muy similares. No es menos cierto que la tasa de rendimiento (es decir, la deferencia entre créditos matriculados y aprobados) fue del 91%, es decir, los aspirantes a eslavistas son pocos, pero aplicados.

Ese mismo curso y ante la delicada situación económica de las universidades públicas, el gobierno advirtió que los estudios que tuvieran menos de 20 alumnos nuevos durante tres cursos seguidos tendrían que cerrar, si bien dejaba la puerta abierta a que las universidades pudieran mantener un pequeño número de títulos con poca demanda estudiantil si eran considerados “estratégicos”.

La UB –la más endeudada de las siete universidades públicas de Cataluña- no utilizó esta excepción y, al igual que Complutense y Granada, aprovechó la adaptación de los estudios al espacio europeo de educación superior (es decir, el famoso plan Bolonia) para reducir el número de filologías, fusionando las menos solicitadas en el ya citado grado de Lenguas y Literaturas Modernas.

Pero más allá de las cifras, Ricard San Vicente plantea una “cuestión de fondo”. Se pregunta por qué la séptima lengua más hablada del mundo y una de las grandes literaturas de la humanidad están en una situación de tanta debilidad en la universidad española y, en cambio, las aulas de las universidades rusas están llenas de estudiantes de lengua y literatura española, a pesar de que la “situación económica, social y política” de la Federación Rusa es “mucho más precaria que aquí”. Él mismo apunta una explicación: “La cultura y las lenguas en general tienen una importancia en la sociedad rusa que lamentablemente aquí no se da”.

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