lunes, 19 de septiembre de 2011

El patio de mi casa que es particular se llueve y se moja como los demás...

La Calle Oficios, junto a la catedral y la Capilla Real de Granada

El patio de mi casa es particular

Cuando abrí los ojos me encontré frente a la Capilla Real, junto a la Lonja de Mercaderes, al lado de la Madraza de Yusuf I y del Colegio de San Fernando, que fundó el propio Carlos VLa ciudad tiene múltiples lugares que esconden un gran legado histórico · Crecer en ellos es un privilegio
José Luis Delgado | Actualizado 19.09.2011 - 09:31

No somos muchos los que hemos tenido la suerte de nacer en semejante espacio histórico-artístico. Era mi calle la de los Oficios y mi patio de juego la Placeta de la Capilla Real. Abrí los ojos frente a las cresterías góticas, panteón real desde que trasladaron allí los restos de Isabel la Católica que bajaron del Convento de San Francisco de la Alhambra, donde fue previamente enterrada mientras terminaban las obras.

Cuando mi maestro de la Escuela Normal, Don Isidro Pérez Adarve, me dijo que frente a mi casa estaban enterrados los Reyes Católicos yo contaba seis años y no tenía ni idea de todo aquello que solemnemente me decía. Luego me fui enterando de que al lado enterraron también a Juana la Loca y a Felipe el Hermoso, los padres de Carlos V. Me dijeron que para los sepulcros trajeron hasta el mármol de la ciudad italiana de Carrara y dos afamados escultores, Domenico Fancelli y Bartolomé Ordóñez; por lo visto de lo mejorcito que había entonces.

Jugar a la pelota en aquella plaza con su precioso empedrado granadino, adornado con los escudos y los símbolos de Isabel y Fernando, a unos metros de tan importantes túmulos sobre las tumbas de tan históricos personajes no me producía ningún sentimiento, hasta que mis maestros me fueron sacando de la ignorancia. ¡Ay, aquellos maestros!

Asombrado me quedé cuando me dijeron que en el museo de la capilla se guardaba una de las mejores colecciones de pintura flamenca de España. Obras de Van der Weyden, Memling y Dieric Bouts.

Cada vez que descansaba del partidillo era mi asiento el escalón de la Lonja de Mercaderes, un monumento renacentista de 1518 y tal vez el primer banco y casa de contratación de Granada. Por sus adosadas columnas, adornadas con medias bolas, subí mil veces trepando a recoger las pelotas empotradas en la balaustrada de arriba. Estas medias bolas de los fustes son las que popularizaron el nombre de Placeta del Medio Huevo con el que la conocíamos en el barrio.

Cuando era imposible reconquistar las pelotas había que pedirlas al sacristán de la capilla que vivía un poco más arriba; en el antiguo Colegio de San Fernando que fundó el propio Carlos V; todavía se ve en su portada de piedra de Elvira, obra de Luis de Arévalo, el águila y el escudo de los Reyes Católicos que hiciera Torcuato Ruiz del Peral.

Pero es que anterior a todo esto, me dicen que enfrente los granadinos musulmanes habían construido una Universidad; fue la Madraza, levantada en 1349 por Yusuf I, el mismo que hizo en la Alhambra el Patio de los Arrayanes y el Salón del Trono. En esta madraza estudiaron muchos de los sabios de la Granada nazarita, incluso el poeta, historiador y filósofo de Loja Ibn-Aljatib.

Nunca en tan poco espacio se ha dado tanta y tan diversa huella de nuestro pasado histórico-artístico, porque al lado y sobre el solar de la antigua Mezquita Mayor de Granada que era del siglo XI, se levantó la Iglesia de Santa María de la O. Fue una pena destruir esta mezquita porque era preciosa; tenía once naves con diez series de arcos sobre columnas de mármol jaspeado y delante un patio de naranjos con una fuente en medio. ¡Lástima no haber nacido un poco antes!

Esta iglesia sería luego la del Sagrario, obra ya del siglo XVIII cuya fachada da a otra emblemática plaza granadina: la de Alonso Cano, mi otro patio de juegos en uno de cuyos magnolios grabé algo nervioso un nombre de mujer.

Calle de los Oficios que me viste nacer, con el ruido de fondo de la rotativa del periódico Patria, luego Museo Guerrero; hoy pareces una calle de Babel; te conozco muy bien y te recuerdo hoy junto a un vaso de buen vino en la barra del bar Sevilla. A la salida, una gitana de negro pelo intenta echarme la buenaventura con su ramita verde de romero.

Con este pasado singular, digan si no es verdad que el patio de mi casa es particular.

No hay comentarios:

Publicar un comentario